Mientras estoy aquí sobre una colina, me pongo a pensar.

¿Cómo sería el mundo sin mí?

 

Creo que no cambiaría

Supongo que es porque soy desestimable a comparación del mundo.

Me aflijo porque es la realidad; soy un frágil colibrí en un gran cuerpo celestial, comprimido de una innumerable cantidad de estrellas, iluminando nuestro universo: los dioses que nos sostienen.

Al suprimir uno de ellos, el nuestro, sería la destrucción de todo lo que conocemos, indiferente a las acciones del hombre.

Es la pésima realidad…

 

¿Qué es esa criatura que vuela sobre la flor? Es muy pequeña y bonita. ¡Ah, es un colibrí! Lo único que me acuerdo de los colibríes, aparte de su hermosura, es que son esencial a la supervivencia de este ecosistema…

Supongo que puedo contemplar como esencial es el colibrí.

 

¿Cómo sería la colina sin el colibrí?

Sería un lugar desolado porque las flores no tendrían otro método para procrear, y los animales tendrían menos que comer y tomar…

Supongo que sería la destrucción de todo lo que conocemos de este cerro…

¿Cómo puede ser tan importante un colibrí, es igual de desestimable que yo o menos?…

 

¡Creo que ya entendí!

Nosotros tenemos el poder de cambiar nuestro mundo y ese poder se magnifica al reconocerlo. Puedo crear el mundo que discurro en mi mente, indiferente de las ocurrencias celestiales.

Lo haré. Dejaré de ser apático de mi circunstancia y mejoraré mi mundo y las de otros como el colibrí…

Al menos puedo dedicarme a crear ese mundo, siempre y cuando no me rinda…

– Alberto Anaya Muñoz